El proceso de paz se acelera en Turquía: grandes pasos adelante

El 27 de febrero, el llamamiento de Öcalan anunció la apertura de un nuevo umbral político no solo en la cuestión kurda, sino también en el futuro de Turquía y Medio Oriente.

ANÁLISIS

Abdullah Öcalan, el líder kurdo encarcelado durante 26 años en la prisión de la isla de Imralı, emitió su llamado a la “Paz y una Sociedad Democrática” el 27 de febrero de este año, lo que no solo marcó un llamado al alto el fuego, sino un profundo cambio en la estrategia política y la dinámica regional. Es evidente que el proceso avanzará en los próximos días mediante pasos cada vez más visibles y concretos. El movimiento kurdo no se conformará con su alto el fuego unilateral declarado; en cambio, impulsará el proceso con medidas políticas, diplomáticas y sociales que allanen el camino.

El 27 de febrero, el llamamiento de Öcalan anunció la apertura de un nuevo umbral político no solo en la cuestión kurda, sino también en el futuro de Turquía y Medio Oriente. El llamamiento formaliza la postura decidida de un movimiento surgido tras más de cincuenta años de lucha armada, afirmando que ahora es necesario forjar soluciones desde una perspectiva política y social. Esto no es un simple alto el fuego: es el anuncio de una transformación organizativa, un cierre histórico y el inicio de un nuevo proceso fundacional.

¿Hacia dónde se dirige el proceso?

La atención se centra ahora en cómo este llamado se entrelazará con los equilibrios de poder regionales, la polarización política dentro de Turquía y el reflejo organizado de la sociedad kurda. La intervención de Öcalan no señala un final, sino el comienzo de una nueva etapa iniciada mediante la lucha. Llega en un momento en que la región se está reconfigurando, los centros de poder están cambiando y los pueblos están reafirmando su papel histórico. Por lo tanto, el llamado no es simplemente una exigencia de resolución; es una respuesta estratégica, un contraparadigma dirigido contra el carácter negacionista del sistema.

Es evidente que el proceso que sigue a este llamamiento cobrará impulso con medidas concretas en los próximos días. El movimiento kurdo no se conformará con su alto el fuego unilateral: impulsará el proceso mediante iniciativas políticas, diplomáticas y sociales. La intervención de Öcalan no es una búsqueda pasiva de la paz, sino una declaración de voluntad política lo suficientemente firme como para obligar al Estado a actuar.

En esta nueva etapa, los debates ya no se basarán únicamente en deseos y esperanzas, sino en medidas concretas, modelos políticos propuestos y bases de negociación establecidas. Con cincuenta años de lucha, el movimiento kurdo no se quedará de brazos cruzados, sino que actuará como una fuerza fundadora activa.

El llamamiento de Öcalan y las medidas estructurales que el PKK se dispone a adoptar elevarán el proceso a un nuevo nivel, no solo a nivel de los actores políticos, sino también dentro de la sociedad. Sin embargo, los resultados históricos de este proceso dependerán no solo de las decisiones declaradas, sino también de la respuesta social a ellas. Ningún llamamiento puede convertirse en una realidad social sin masas dispuestas a acogerlo. En este contexto, la respuesta del pueblo, especialmente de la sociedad kurda, será decisiva para el curso del proceso. No se trata solo de apoyo, se trata de participación activa, respuesta organizada, subjetividad política y asunción de un rol histórico.

La transformación organizacional y la realidad del PKK

Uno de los puntos de inflexión más críticos de este proceso es la decisión del PKK de reestructurar su forma organizativa, consciente de que su misión histórica ha sido cumplida. Esto se refiere directamente a la convocatoria de su congreso* para decidir su disolución, y, hasta donde podemos observar, este proceso está en marcha. Para comprender adecuadamente este desarrollo, es necesario evaluar no solo la actualidad política, sino también el contexto ideológico e histórico.

El PKK no ve esta transformación como una retirada ni un colapso, sino como el resultado de un logro histórico y una madurez estratégica. Solo los fuertes pueden transformarse; solo un movimiento capaz de asumir sus propias responsabilidades puede mostrar la voluntad de construir un nuevo futuro.

Los débiles no pueden transformarse. Quienes no pueden enfrentarse a sí mismos no pueden lidiar con la historia.

La base teórica de esta transformación se ha basado en la perspectiva de la modernidad democrática, que Öcalan definió a principios de la década de 2000 como el “nuevo paradigma”. La disolución o el abandono del PKK de la lucha armada es el resultado natural de este paradigma. El cambio en los métodos de lucha no representa una renuncia ideológica, sino la reorganización de la continuidad revolucionaria mediante nuevas herramientas sociales. En otras palabras, no se trata de un “fin”, sino de un proceso de construcción más profundo, inclusivo y a largo plazo.

Es evidente que este llamado a la transformación se enfrentará a la manipulación y a intentos de sofocar el proceso por parte de camarillas belicistas dentro del Estado. El reflejo básico del Estado es intentar resolver el problema mediante la represión. El llamado “Plan de Colapso” ha definido la estrategia dominante de la última década. Sin embargo, esta estrategia no ha logrado liquidar al PKK. Por el contrario, ha propiciado una mayor politización y un fortalecimiento organizativo de la sociedad kurda.

Hoy en día, el estancamiento interno del Estado se debe no solo a su enfoque de la cuestión kurda, sino también a su mentalidad autoritaria más amplia, que excluye la política democrática. Por lo tanto, el llamamiento de Öcalan se dirige no solo a los kurdos, sino a todos los segmentos sociales de Turquía que creen en la democracia. Los círculos de izquierda socialista, los demócratas religiosos, la sociedad civil, el mundo académico y la oposición política son destinatarios de este llamamiento. El futuro que Öcalan visualiza conlleva la promesa de una reconstrucción basada en la igualdad y la libertad, no solo para los kurdos, sino para toda Turquía.

En este punto, la paz no es un deseo, sino el objetivo de un esfuerzo social organizado. Los equilibrios de poder dentro del Estado pueden, en ocasiones, intentar aprovechar el proceso. Sin embargo, el pueblo kurdo ya no es la sociedad pasiva de principios del siglo XX. Hoy, el nivel de subjetividad política también conlleva la capacidad de forjar la paz. Por lo tanto, la respuesta al llamado de Öcalan debe provenir no solo de los interlocutores oficiales, sino del propio pueblo. La construcción de una sociedad democrática será el eje principal que determine el destino de este llamado.

La paz ya no es una cuestión de negociación, sino un proceso fundacional. Es una construcción social que trasciende las fronteras trazadas por quienes ostentan el poder y da forma política a la voluntad de los pueblos de vivir juntos. No se trata simplemente de obligar al Estado a reformarse; se trata de la reconstrucción de la sociedad.

El paradigma negacionista está derrotado

Hoy en día, aunque algunos intentan confinar el proceso en marcos estrechos como “retirada” o “derrota”, el curso de la historia no permite tales simplificaciones. Si se debate el tema en estos términos, el verdadero perdedor es la mentalidad de negación, destrucción y el Estado-nación monolítico.

El PKK se está transformando por iniciativa propia. Al relegarse a la historia como forma organizativa, continúa como un espíritu de lucha y un movimiento social. No se trata de una retirada, sino de un reposicionamiento estratégico, y este cambio es una decisión que solo pueden tomar movimientos victoriosos respaldados por la voluntad popular.

Este proceso abre la puerta no solo a la resolución de la cuestión kurda, sino también a la reconstrucción del campo de la política democrática en Turquía. No se trata de victoria ni de rendición, sino de un proceso de construcción centrado en el logro definitivo. Que un movimiento que emerge de la lucha armada organice la paz con su inteligencia organizativa y refuerce su legitimidad política mediante nuevas formas de lucha ofrece un nuevo aliento no solo al pueblo kurdo, sino a toda la sociedad.

Comienza un nuevo proceso de construcción

Los próximos días marcarán el comienzo de una fase en la que el proceso cobrará impulso mediante pasos más visibles y concretos. El auge de la organización social, el surgimiento de nuevas bases políticas y la profundización de los debates sobre la constitución democrática serán los precursores de esto. Por lo tanto, todos debemos estar preparados para esta nueva ecuación política y participar en este proceso.

Porque esta vez no se construirá sólo la paz: se establecerá un nuevo país, una nueva región y una nueva ecuación política.

Y la fuerza fundadora de esta ecuación será la voluntad de los pueblos organizados.

FUENTE: Amed Dicle / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

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